A cualquier edad, nuestro cuerpo es el vehículo que nos conduce por la vida. A través de él podemos experimentar todas las cosas buenas que nos pasan día a día, aunque no siempre las percibamos.

Nuestro cuerpo es nuestro motor, nuestra energía, nuestro hogar y nuestro lugar secreto. El cuerpo de cada persona es su castillo y debe ser tratado y valorado como tal, sin importar su forma, perfecciones o imperfecciones. El cuerpo perfecto existe únicamente en la mente de cada cual, no todas las personas tienen las mismas bases para definirlo y, con el tiempo, esas bases también van cambiando.

El amor más importante es el amor propio

Es en la intimidad, cuando nos vemos con ropa interior, cuando estamos a solas y no disimulamos esos defectos que todo el mundo tiene o puede tener, el momento de observar y valorar nuestro cuerpo. No importa si es grande, pequeño, si alguna enfermedad o accidente ha mermado sobre él, si el inevitable paso del tiempo ha hecho que cambiase o si un buen o mal momento ha conseguido que se alterase su forma. Nuestro cuerpo es el que es y debemos sentir orgullo.

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Por supuesto no se debe caer en la dejadez, eso afectará a la salud física y emocional. El cuerpo se debe mimar y también cuidar, entrenar para todos los momentos de la vida, del mismo modo que la mente. Recordar tiempos pasados del cuerpo, un aspecto pasado o temer un aspecto futuro solo debería hacer que nos sorprendamos de lo maravilloso que puede ser, de cómo se adapta a cada momento y de cómo nos enseña a aceptar cada edad y situación.

Cuando valoramos nuestro cuerpo nos volvemos personas positivas, ello nos beneficia en salud, bienestar, físicamente y en las relaciones emocionales, familiares y de sociabilización. Valorando y aceptando nuestro cuerpo podremos valorar y aceptar el cuerpo de los demás. Quien no se valora es una persona insegura que busca en los otros los defectos que considera que ella tiene.